cropped-klipartz.com-1.png

EL LLAMADO DE LA VIDA INTERIOR:

PSICOTERAPIA, MEDITACIÓN Y PSICONÁUTICA

Por Valentín Gurrera

El grueso de la sociedad occidental parece ignorar el valor de la psicodiversidad, lo que constituye, en el fondo, un profundo desconocimiento psicológico. No se trata tanto de una ignorancia a nivel teórico o académico sino a nivel de la experiencia directa. Tampoco es exclusivamente una falta de autoconocimiento personal, simbólico, identitario o histórico (que también abunda), sino un desconocimiento, una desatención, o una casi omisión de un tipo especial de autoconocimiento. Hablamos de comprender cómo opera efectivamente uno de los mayores instrumentos que la evolución nos ha legado y de cómo podemos modular los estados anímicos y de conciencia a los cuales dicho instrumento nos permite acceder. Cosas que, aunque parezcan complicadas, podrían, sin mayores desafíos, comenzar a enseñarse desde la temprana infancia.

 El asunto es que nuestra psicodiversidad y nuestro autoconocimiento como individuos sobre la mente y la conciencia es todavía pobre cuando no tendría por qué serlo. Tenemos las herramientas, tenemos las teorías, y sobre todo las facultades necesarias para comprender más y mejor nuestra realidad interna, pero en nuestra sociedad no parecen existir dispositivos de aprendizaje para tal fin, y si los hay son poco específicos en esta forma de autoconocimiento. Probablemente, los pueblos ancestrales hayan estado mejor preparados que nosotros en estos asuntos al disponer de prácticas que mediante la exploración de estados particulares de consciencia (trance, éxtasis, comunión, etc.) favorecían la experiencia directa y el autoconocimiento en primera persona.

 Dicho esto, la intención de este artículo es presentar brevemente un modelo de autoconocimiento de esta índole a la que he dado en llamar Psiconáutica Funcional. Para tal fin, he de compararlo y distinguirlo de una técnica y una ciencia afines: la meditación y la psicoterapia.

UNA VOCACIÓN EN ACCIÓN

La psiconáutica es, ante todo, dos cosas: una praxis y una vocación. Como toda praxis, supone un saber-hacer, más precisamente, la práctica de explorar la propia vida mental consciente y sus estados posibles. Para ello, se vale de diversos métodos y técnicas con las cuales genera durante el proceso una comprensión cada vez más basta, precisa y profunda acerca de estos fenómenos.  

Pero también afirmamos que la psiconáutica es una vocación porque, en el sentido etimológico más puro, supone una «llamada». Así como innumerables almas a lo largo de la historia se han visto convocadas por la bastedad misteriosa de los océanos, convirtiéndose así en avezados marinos, navegantes y cartógrafos, de la misma manera se expresa la vocación psiconáutica. No todos sienten este llamado, pero el llamado siempre está; pulsa desde adentro reclamando ser conocido y comprendido. Responder a él es condición para cualquier estado saludable del ser. Mientras algunos parecen nacer con esa especie de interés por la vida psicológica, otros, a raíz del dolor y del sufrimiento propios de la vida misma, se ven forzados a atenderla, en principio, por medio de psicoterapias y demás dispositivos de salud. 

Como veremos, hay importantes diferencias entre la psicoterapéutica y la psiconáutica, aunque también comparten aspectos indisociables: ambas atienden la vida interior, solo que mientras una se ocupa de subsanar, cambiar o modificar estructuras y comportamientos, la otra busca, por sobre todo, explorar, conocer y comprender cada vez más sobre de la propia vida psicológica a nivel de la consciencia y sus fenómenos.

PSICOTERAPIA Y PSICONAUTICA

  Lo primero que merece ser destacado es que tanto la psicoterapia como la psiconáutica comparten su objeto más no su objetivo: las dos abordan el fenómeno de la psique, mente o conducta – cada una con métodos que pueden ser idénticos o no – pero apuntando a fines diferentes. 

 En el caso de la psicoterapia, como su nombre lo indica, la finalidad consiste en un proceso de cura, cambio o mejoría de un estado patológico, de dolor o trauma hacia un estado de salud mental general. Cada escuela psicológica tendrá sus propias definiciones respecto a este proceso, pero en general, la mayoría podrían concordar en que la meta de cualquier psicoterapia convencional pasa por la trascendencia o superación de un estado de padecimiento psicoafectivo o de estancamiento vital.

 La psiconáutica, por su lado, no pretende llegar a una cura, ni a ningún cambio en particular – aunque muchas veces esto ocurra como parte de su práctica-, sino que, más bien, apunta a navegar, conocer y cartografiar la vida interior a la que los distintos estados de conciencia nos permiten acceder. Para todo ello se vale de técnicas o psicotecnologías – en palabras Thomas Roberts – algunas tan antiguas como las primeras sociedades humanas. 

Estas psicotecnologías —las que también fueron dadas en llamar «tecnologías arcaicas del éxtasis» por Mircea Eliade (1951)— han sido y son tan vastas como diversas: bailes extáticos, ritos y ceremonias, cantos o mantras, meditaciones, rituales de ingesta de plantas psicoactivas, etc.; y son propias tanto del chamanismo primitivo, como de la tradición yóguica, budista, como de casi cualquier cultura ancestral e incluso de las grandes religiones (oración, ayuno, aislamiento autoflagelo, etc.); existen también psicotecnologías de las sociedades modernas como las técnicas sugestivas (hipnosis), el mindfulness, la respiración holotrópica, los tanques de privación sensorial, la estimulación sonolumínica, etc. 

A nivel epistemológico podríamos también afirmar que la psiconáutica como disciplina de introspección es una de las fuentes de las cuales la psicología se ha nutrido y nutre, una práctica de la cual extrae sus saberes, pero esto será un tema mejor fundamentado en otros artículos.  

ASPECTOS TERAPÉUTICOS DE LA PSICONÁUTICA

Más allá de todo lo dicho, no siempre es fácil concebir la psiconáutica separada de la psicoterapéutica, siendo que lo usual es que las experiencias del primer tipo desemboquen en las segundas y viceversa. Ambas parecen ser filos indisociables de una daga: navegarse implica hartas veces encontrarse con obstáculos que nos hacen encallar. Esos obstáculos, cual icebergs, no son más ni menos que fragmentos disociados de nuestra historia, elementos biográficos con cargas emocionales intensas y disruptivas que generan todo tipo de desvíos en el rumbo del psiconavegante. 

Pero he aquí el factor resolutivo: navegar los conflictos internos y el malestar con actitud psiconáutica conduce, las más de las veces, a neutralizar estos obstáculos haciendo del “iceberg emocional” un elemento más del mapa, integrándolo de forma orgánica y no solo dejando de suponer un lastre para la autoexploración, sino todo lo contrario: la herida se convierte en un puente. Este es el filo terapéutico en la psiconáutica, lo cual no ocurre de forma inmediata ni en un evento único. Se requieren, a veces, numerosas expediciones para mapear e integrar estas “fallas psicogeográficas”. Pero para quién navega concienzudamente esto indefectiblemente ocurre, más tarde o más temprano.

 Podemos decir entonces que si bien la psiconáutica no tiene un fin terapéutico sino exploratorio y de conocimiento interior, en la práctica muchas veces, como dijimos, una conduce a la otra. Algunos navegantes de la conciencia consideramos que hacerle lugar a la dimensión terapéutica es un requisito para llegar cada vez más lejos en los viajes internos. Y es que una nave sana permite alcanzar destinos más remotos. Curioso es que, también, una nave rota suele ser requisito para convertirse en psiconauta, o al menos una buena excusa.

 Es que mientras más se navega por la interioridad, más se conoce de sí, y mientras más se conoce de sí, mejor se responde a la vida. Pero más concretamente, nuestra disciplina, sabemos desde ya, tiene beneficios psicológicos importantes porque constituye una práctica de salud mental preventiva, tal como lo es el ejercicio físico a la salud del cuerpo: La capacidad de tomar distancia respecto a los pensamientos, el afrontamiento o aceptación emocional, el ampliar y flexibilizar la definición de uno mismo, el contacto con el presente, la clarificación de valores y el establecimiento de compromisos, son pilares terapéuticos fundamentales del modelo ACT con los que muchos psicólogos trabajamos en nuestra labor clínica, y en los que reconocemos el potencial de cambio. Estos mismos principios terapéuticos o habilidades psicológicas constituyen a su vez requisitos importantes para un ejercicio psiconáutico pleno.

 Y en todos estos procesos, la meditación o la actitud que esta promueve juega un rol fundamental.   

SIMILITUDES Y DIFERENCIAS CON LA MEDITACIÓN

 La actitud meditativa no es más que la de receptividad y apertura hacia todo lo que acontece por dentro o por fuera de la piel. Esta actitud no pretende resolver nada, tan solo percibir, recepcionar e integrar información de manera consciente. En este sentido, las acciones que representan esta actitud pueden ser varias: observar una vela, percibir los movimientos del cuerpo, seguir el flujo de la propia respiración, etc. Pero todas tienen el mismo factor en común: simplemente atender. No pensar, no explicar, no juzgar, solo atender. Podemos afirmar entonces que tanto la meditación como técnica y la psiconáutica como disciplina comparten esta actitud de base, aunque esta última, vale decir, no solo se vale únicamente de la contemplación. 

La psiconáutica se plantea además ciertos fines específicos. Implica un funcionamiento operativo y racional del aparato mental, no todo el tiempo, claro está, pero sí al menos antes y después de las expediciones para realizar las labores que le son propias: explorar y cartografiar la experiencia consciente. En definitiva, la diferencia, de nuevo, es en cuanto a objetivos: mientras que la meditación suele centrarse en el desarrollo de la atención plena y la actitud contemplativa, la psiconáutica, haciendo uso de esas capacidades más otras de tipo racional, se propone un ir-más-allá del estado ordinario de consciencia hacia las antípodas de la mente, generando un conocimiento estructural y funcional en el proceso.

  Sin embargo, y más allá de las diferencias en cuanto a objetivos, la meditación – entendida como entrenamiento de la atención plena – es sin dudas un requisito fundamental de nuestra disciplina. Constituye la navaja suiza de este trabajo, aquella psicotécnica que nos permite calibrar nuestro instrumento principal instrumento de navegación, la atención consciente.  

CONCLUSIÓN

Particularmente, la meditación como técnica y la psicología como ciencia o método son fundamentales no solo para el desarrollo de las habilidades necesarias que nos permiten aprovechar a pleno nuestra psicodiversidad, sino que también son importantes a la hora de preparar a los psiconautas para atravesar experiencias de conmoción psicológica o «malos viajes», es decir, aquellas vivencias subjetivas de intensa perturbación emocional y de alta complejidad y caos cognitivo que no solo  (en ciertas ocasiones) pueden resultar inevitables durante las prácticas de exploración de la consciencia sino que afrontarlas con debida actitud y preparación pueden resultar ser tan aleccionadoras como revitalizantes.

En conclusión, tanto la meditación, como la psicoterapia y la psiconáutica son técnicas, ciencias y disciplinas que atienden el llamado de la vida interior. Mientras que la meditación atenderá este llamado desde una actitud contemplativa, la psicología lo hará desde un enfoque hacia el cambio (conductual, mental, etc.). Por su parte, la psiconáutica responderá como lo hace un viajero al llamado de su aventura, con espíritu de explorador y amor inagotable por la diversidad.    

  REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Eliade, M. (1951). Shamanism: Archaic Techniques of Ecstasy. http://ci.nii.ac.jp/ncid/BB07776750

Roberts, B., Ph. D. & Northern Illinois University. (2008). Surviving and Thriving With Psychotechnologies. In 24 Maps: Vol. volume x viii (Issue number 1, p. 29). https://maps.org/news-letters/v18n1/v18n1-MAPS_26,31-35.pdf

Carrito de compra